martes, 10 de julio de 2012

Mi Vecino Totoro



No recuerdo si habré visto esta película enteramente cuendo era chico, y me pregunto si me habría cautivado con tanta intensidad como lo hace ahora. En este caso no existe un guión prominente y concreto, algo que algunos podrían pensar como debilidad, pero que yo pienso crucial, ya que terminan resaltando los detalles, por lo demás sutiles, que se van sucediendo a lo largo. Lo que hace de este film tan valioso es su combinación de personajes sorprendentemente realistas (como las dos niñas por ejemplo), un escenario idílico y mágico lleno de extrañas e indescriptibles sorpresas, un hermoso fondo musical, todo sumado a la belleza visual que resalta la naturaleza del Japón rural. Hay escenas que me cautivaron especialmente, como la de las niñas junto a los totoros haciendo crecer un árbol, o el detalle de la rana en la parada del autobús. Pero hay tantas otras escenas memorables, tanta gracia, sorpresa, tanta ternura que despierta Mi Vecino Totoro que va más allá de una mera clasificación como película infantil. Hay toda una riqueza en su sutileza. Hay que ser sensible a los matices sutiles de algunas manifestaciones artísticas para poder absorber lo que nos muestran. Es la extraña sutileza lo que engrandece algunas obras colosales, como la literatura de Kafka; algo que recuerdo al sentir lo mismo con la obra de Hayao Miyazaki.

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