jueves, 14 de junio de 2012

Costa de los Mosquitos de Paul Theroux

Hay libros que sellan su presencia en la memoria con enorme presión. Libros que arrebatan tu cuerpo del rincón de lectura y te absorben hacia su mundo como un portal mágico. Eso fue lo que sentí al leer Costa de los Mosquitos. Durante una semana viví en la selva. Durante seis días viví subyugado por un personaje que me hizo ver maravillas en lo que previamente habría visto no más que trastos insípidos y ajenos. Una pinza, una arandela, una polea, tornillos, cuerdas, cañerías, martillos, bombas, sierras, válvulas, engranajes, canaletas, hidrógeno y amoníaco...Durante seis días he sido el hijo o el testigo de un polímata fanático y abrumador con mil oficios, que me hizo poner atención en la mentalidad de un carpintero o un mecánico. Viví toda una vida a través de un libro, lo cual es una especie de curiosa experiencia. Valiosa por su corta duración, pero sabe a toda una vida.

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