Con una pluma sobre el planisferio,
cauteloso trazando vastos rieles,
que transportan los granos y las mieles,
el monarca erigió su vasto imperio.
A través de los mares y la tierra
ignoraba que existen otros reyes,
en la selva dirigen otras leyes
más salvajes y antiguas que la guerra.
La codicia del oro y el diamante
en la colonia ardiente y lejana
los llevó a los confines, la sabana
del sol ferviente y la sed suplicante.
Es la tierra del mítico fantasma
que se abreva en las márgenes del Tsavo
donde beben exhaustos los esclavos
que asimismo son presas. Meras almas
obreras; entre hindúes y locales,
distantes en su lengua y su cultura.
En ambos pueblos un común perdura:
la suerte de ser carne y ser mortales
hacinados tras un muro de espinas
inútiles. La espina es una seda
que no desangra y que tampoco enreda
a la bestia que yace en la neblina.
Antes del alba soñé una melena
de oro sin saber que es imposible
el oro y que también es imposible
sobre la bestia la vasta melena.
Si duermes por la noche sé prudente,
cuidado dónde fijas tu campaña.
Afuera la tiniebla te acompaña,
por fuera se percibe olor a muerte.
A través de los mares y el desierto
caliente y vil con sus garras impera
juzga y somete imponente la fiera
que son dos, son un mito y que no han muerto...